Partimos desde la idea de la Emancipación e
Independencia de la mujer en contraste con la sombra, a veces muda y a veces no, de un “mal
amor” (o como diría Lady Gaga: un bad
romance)
La autora define como “malqueridas” a las mujeres que padecen y
sufren por consecuencia de un mal amor, no necesariamente por maltrato físico
sino, más bien, por “estar enzarzadas en relaciones imposibles y destructivas.
Mujeres fieles a parejas intermitentes, Amores furtivos, prohibidos,
clandestinos”. Traducidas, estas mujeres, en mujeres que “se quieren mal a sí
mismas”: ¡Mujeres Malqueridas!
Michelena, la autora, sostiene el “amor entregado”
como un factor de inversión. La mala utilización por parte de estas mujeres, en
relación a su “capital de inversión”, es lo que las conduce a las calamidades
que cualquier mujer, sin necesidad de leer el libro, pudiese enumerar en pocos
segundos en respuesta la frase “mal de amor”. De esta manera, un “mal amor” es comparado
con un negocio al borde de la quiebra. El “mal amor” del que ha sido testigo la
autora a lo largo de sus experiencias terapéuticas con sus pacientes
malqueridas.
Mariela Michelena funge como un Caronte a través de
este libro, rescatando a estas mujeres, cual sombras errantes perdidas en un
Aqueronte emocional con destino al Hades: el Hades de la desdicha, el
infortunio y la infelicidad; consecuencia
final de un amor mal correspondido. La compra de este libro es el óbolo para
Michelena, quien gustosa las llevará a puerto seguro.
***
Uno de los “recursos” que más me llamó la atención de
este libro fueron las Alegorías de
las que se vale, hábil y conscientemente, la autora, para clasificar a las
mujeres malqueridas. Las encontré muy interesantes.
Entiéndase la Alegoría
como Figura Literaria que dibuja lo
abstracto: las alegorías “hablan figuradamente”.
Entre ellas esboza 4 representaciones femeninas, que
usa como ejemplos en el andar de estas malqueridas:
Ofelia
En la obra escrita por Shakespeare, Ofelia representa
a la mujer de Hamlet. Ofelia vive el amor completo de Hamlet hasta que el padre
de este es asesinado, por consiguiente,
los intereses de Hamlet y su completitud para con Ofelia se desvían hacia el
fantasma de su padre y su asesino.
Resalta las características de la mujer que deja de
vivir su vida para vivir la de su pareja, entregada a sus riendas y sus
desdenes. (pág 19-21)
Eva
Eva es “la primera mujer”, personaje bíblico,
compañera de Adán. Su nombre en hebreo significa “madre de los vivientes” o
“dadora de vida”.
La autora señala a las “Evas” como figuras formales en
la vida del casado. La mujer sagrada, la madre de sus hijos, la que vive con él
en su hogar. El hombre, de ella cuida y de ella cela. Son estas Evas quienes brindan el
amor incondicional.
Sin embargo, el peligro inminente que las acecha son
los altibajos de la pasión y el deseo, contra la erosión de lo estético. Esta
pasión que va mermando con el pasar del tiempo y que el hombre finalmente busca
en otras latitudes, por agobio o por falta de atracción…
Lilith
Precisamente en esas “latitudes” se encuentra Lilith.
La autora identifica a este personaje bíblico, al cual muchos desconocen, como
la presunta amante de Adán. Señala la cita en donde se reconoce a esta Lilith
como demonio en forma de mujer que mora en tierras lejanas. Señala también que
en la biblia no se hace mucha mención de tal personaje, tal y como ocurre con
“las amantes” en las realidades no tan ajenas al sagrado libro. De la querida
nadie habla; muchos saben de su existencia, pero nadie la menciona; tal como
esta Lilith también bíblica, quien “según el profeta Isaías vive acompañada por
sátiros en las ruinas del desierto”. (pág 128-132)
Rebeca
Finalmente, dentro de sus más resaltantes alegorías
(resaltantes a mi percepción) encontramos el personaje de la novela de Daphne
Du Maurier. En esta novela, Rebeca fue, en otro momento, la mujer de Maxim de
Winter, quien enviudó y se volvió a casar con otra mujer más joven. La novela es
narrada en primera persona por esta “segunda esposa” de la que, casualmente a
lo largo de la novela, nunca se menciona su nombre.
Esta mujer compite contra el recuerdo inmortal del
viudo, su ahora esposo, quien no menciona a Rebeca, pero sí la casa donde viven;
la cual grita por todos lados su nombre. El Síndrome
de Rebeca es reconocido en psicología como la aparición patológica de celos
hacia una ex pareja. (pág 133-138)
***
La figura masculina no puede menos que quedar “mal
parada” en este sugestivo ensayo. Ciertamente se habla de mujeres a las que
quieren mal, por tal sentido la mujer queda supeditada a una figura pasiva,
mientras que el malvado macho-varón-masculino es vinculado con el personaje del
viejo bolero de Richard Dannenberg, Corazón
Loco. (pág 123-126)
Me fue inevitable pensar si la autora ve a todos los
hombres como el hombre del bolero de
Dannenberg; aunque señala en esta ocasión al hombre que se embarca una “situación
triangular”. Sin embargo, afirma que “el hombre lo quiere todo”, no que “este
hombre lo quiere todo”. (pág 123).
“Quiere la seguridad y el sosiego que
le brinda el hogar y además sentir la emoción del riesgo, ver colmado su deseo
por lo prohibido”.
“Quiere ser nómada y sedentario a la vez. Quiere ir en busca de una aventura excitante sin abandonar la tierra firme del hogar. El hombre lo quiere todo”.
Una pequeña acotación
personal:
A mi juicio, el verdadero hombre se debate entre la pasión y la tranquilidad. La mujer necesita sentirse segura, el hombre necesita sentirse tranquilo. Y para estar tranquilo debe tener todo eso que necesita para llegar a ese estado calmoso paralelo al buen sexo.
**
El recorrido por el libro
es el recorrido mismo del “amor
lastimoso”, forjado en las expectativas ilusorias de la mujer malquerida, sugiriendo
vacunarse contra las pasiones.
La autora reclina su
concepción del amor femenino en la definición de Nietzsche:
“Lo que entiende la mujer por amor (…) no solo es
abnegación,
es un don total de cuerpo y alma, sin restricciones (…)
Esta ausencia de condiciones es lo que convierte su amor en
una fe, la única que tiene.
Bajo esta premisa, la mujer malquerida idealiza a su
hombre convirtiéndolo en un dios, a razón de un “estoicismo maternal”.
Hace referencia también a la frase acuñada por Sigmund
Freud “su majestad el bebé”, proyectando en la mujer la tendencia a poner todo
de un lado, para priorizar sus esfuerzos en un bebé recién nacido que “a pesar
de ser el ser más indefenso y más frágil de la tierra, exige pleitesía y se
comporta como si fuera un dios”. La mujer malquerida transforma de esta misma
manera a un hombre en un bebé, y por consiguiente, en un dios.
Identifica que “las personas, generalmente, siempre
son lo que parecen y casi siempre atienden el llamado de su naturaleza”. Las malqueridas o candidatas a tal etiqueta, al
parecer, no terminan de entender “la naturaleza” de sus seleccionados para el
amor, edificando sus emociones en un ideal ilusorio, una versión subjetiva de
su pareja; transformando así la realidad de su coyuntural adonis.
“La candidata a malquerida se inventa un ser a su
medida” (pág47)
La autora invita al equilibrio emocional cuando afirma
que “…todo es cuestión de dosis, de cantidades, de déficit o de exceso, de
indicación y de posología para que la (lo)cura del amor no se convierta en
perniciosa”. (pág 56)
Como dato curioso, el libro advierte una realidad áspera
pero cierta: La invitación a la independencia y la autonomía. En contraposición
a esa característica entrega idílica, la autora recomienda no dejar el “manojo
de llaves propio” en manos ajenas. Esta idea queda abierta, inteligentemente
abierta. Esta invitación no tiene número de impresiones. Pero está. (pág 63)
Me gustó también el contraste que hace con la
conceptualización de la dialéctica del amo y del esclavo del filósofo alemán
Friedrich Hegel y la película de Joseph Losey, El Sirviente. De esta manera se
expone la paradoja de la “dependencia extrema” en ambas direcciones: del amo
hacia el esclavo y viceversa.
Consigue señalar cuatro “pecados capitales”: la sumisión, la intermitencia, la adicción y
la impostura. (págs78 -79)
Bajo el
pecado de la Sumisión: la malquerida o
candidata a malquerida “se pierde y se diluye en el otro”, siempre complaciente,
para vivir casi por entero a través de las exigencias de su Hamlet.
Bajo el
pecado de la Intermitencia: la
malquerida o candidata a malquerida “cae en relaciones on & off, que terminan y comienzan una y otra vez, y otra vez,
y otra, con la esperanza de que alguna de esas muchas veces sea la definitiva.”
Bajo el
pecado de la Adicción: la malquerida o
candidata a malquerida “a pesar de estar
inmersa en relaciones desastrosas no es capaz de separarse, regresando
humillada en busca de su dosis de maltrato emocional.”
Bajo el
pecado de la Impostura: la
malquerida o candidata a malquerida “no puede ser como ella misma. La impostura
describe a las mujeres-Cenicienta que, junto a sus parejas, no pueden ser como ellas
son, mujeres que se sienten bajo el escrutinio de un príncipe que les prueba
una y otra vez el zapatito de cristal a ver si la chica se ajusta o no se
ajusta a sus expectativas.”
Los consejos del libro abrazan muy de cerca la idea existencialista
sugerida -entre la duda y la decisión- en el soliloquio de la obra Hamlet, atribuída históricamene a William Shakespeare:
Ser o no ser, he aquí la cuestión. ¿Qué es más digno
para el espíritu,
sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o
tomar armas
contra océanos de calamidades y, haciéndoles frente,
acabar con ellas?
Morir..., dormir; no más
¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del
corazón
y al los mil naturales conflictos que constituyen la
herencia de la carne! (…)
***
Finalmente, a raíz de los elementos que sustentan a
estas “malqueridas” tales como el miedo, la inseguridad y la resignación, Michelena
identifica los caminos por los que se conducen en el transcurso o al final de
su coyuntural desventura.
El camino a la “liberación” de la malquerida podemos
representarlo en 4 casillas por las que nuestra ficha malquerida tendrá que
ir avanzando hasta llegar a un modificado “ser o dejar de ser”.
Estas casillas en el tablero existencial de la
malquerida vendrán a ser las siguientes:
La casilla de las amigas: las amigas de la malquerida sirven de apoyo
incondicional y almacén de coyunturales experiencias. Serán ellas su trapito de
lágrimas; su depósito de lamentos.
La casilla del oráculo: la malquerida
buscará ayuda a través del “pensamiento mágico”. Brujas, cartas, tabaco y demás “ítems de
hechicería” para adivinar su devenir. El oráculo buscará “ayudarla” analizando
su futuro.
La casilla del libro de auto ayuda: la malquerida busca la manera de salir de su
“atolladero” escudriñando consejos impersonales a través de elementos impersonales
como teorías, ensayos y “fórmulas de salvación” provenientes de autores
reconocidos comercialmente.
La casilla de la/el terapeuta: como etapa final del ciclo, la malquerida canaliza
sus esfuerzos en tratar de resolver los embates de su coyuntura recibiendo
ayuda psicológica profesional. El/la psicólogo buscará “ayudarla” analizando su
pasado, y de esta manera la persuadirá para que ella misma cierre el círculo.
Este libro entra completo
en el dilema de Hamlet ser o no ser, modificándolo a un: ser o dejar de ser...
Yo hubiese colocado el coro de esta canción como epígrafe:
“I want your love and
I want your revenge
You and me could write a bad romance
I want your revenge
You and me could write a bad romance
I want your love and
All your lovers' revenge
You and me could write a bad romance”
All your lovers' revenge
You and me could write a bad romance”
Lady Gaga
Para culminar, yo exhortaría a estas "malqueridas" a leer, releer y luego entender, la frase acuñada por Erich Fromm en su libro El Arte de Amar: "la paradoja del amor es ser uno mismo sin dejar de ser dos".
Para culminar, yo exhortaría a estas "malqueridas" a leer, releer y luego entender, la frase acuñada por Erich Fromm en su libro El Arte de Amar: "la paradoja del amor es ser uno mismo sin dejar de ser dos".
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