martes, 1 de marzo de 2016

Mis observaciones sobre el corto animado ganador de un premio Oscar: Historia de un Oso


La calidad de esta obra (dentro de su aparente simpleza) es casi impecable, comenzando por los detalles digitales. En varias escenas, el efecto tyndall conjugado con la magia de las sombras y el renderizado en sí, hacen de estos personas algo que va mucho más allá de una fábula de hojalata. La complejidad, de cada mecanismo que comprenden todos y cada uno de los personajes, se brinda implícita dentro de la misma existencia de estos animales, cuya motricidad está regida por tornillos, trinquetes, ruedas y piñones, como en el interior de un reloj, (el reloj del chile pinochetista…)
La musicalización y dirección no pueden estar más acorde. La sucesión de escenas están más que bien elaboradas.
La melancolía es amalgama en esta historia, que evoca, en efecto, el Chile de Augusto Pinochet, y la experiencia traumática del exilio frente a un estado totalitarista. Un estado que reprimía a quien no estaba de acuerdo con sus directrices... Gabriel Osorio, habilidosa y creativamente, recrea, en su intención, una metáfora circense como escenario de ese destierro, que obligaba a los ajenos al régimen a formar parte de un (para él) vodevilesco y forzado destino, apartándolos brutalmente de sus seres queridos.

Añoranza y nostalgia; separación y ostracismo; recuerdos de un pasado en familia, un pasado arrebatado... Historia de un Oso, es una metáfora de la coyuntura chilena entre 1974 y 1990, inspirada en el abuelo del escritor y director.Tal vez Osorio quiso plasmar la intención animada de una búsqueda, un camino: la resiliencia; no sin dejar de contar ese pasado a las nuevas generaciones, valiéndose de un diorama: la historia misma del Oso, primeras tres letras de su propio apellido.


https://www.youtube.com/watch?v=9PEyjFM6CQ0