martes, 22 de noviembre de 2016

Los puentes de la abstracción



No es una casualidad que mi línea de investigación (mis lecturas y apuntes) se enfoquen en obras existenciaslistas. Me genera una curiosidad inagotable descubrir cada vez más que la inercia de la vida lleva consigo un marcado dualismo, y que todos nuestros problemas se cimientan en una condición y una consecuencia antropológica.

Nos paseamos por ese dualismo existencial entre lo bueno y lo malo, entre lo efímero y lo trascendental, en una suerte de yin yan tóxico y a la vez productivo: diferencias y coincidencias, sís y nos, dos mundos que se solapan; un péndulo que oscila en dicotomías, y en medio de todo aquello, muchas veces de manera espontánea, se nos forman puentes, que vinculan cosas con otras, que conectan situaciones, emociones, sentimientos, perspectivas, ideas y figuraciones. Estos puentes son los puentes de la abstracción.

En estado de abstracción perdemos la objetividad. En estado de abstracción la inercia nos mueve.
En estado de abstracción la duda vence a la certeza.

¡La abstracción es ambigüedad! Estamos en la era de la abstracción...
La abstracción es como un hechizo, un embrujo. Me refiero a fenómenos que no tienen un sentido absoluto, conciso, sólido, definible.
La abstracción es el término que más se aleja del axioma.

¿Qué es lo normal? 

He allí una pregunta en donde la abstracción se manifiesta en plenitud.
La humanidad no está lejos de aquellos tiempos de mitos y leyendas; aun vivimos entre mitos y leyendas. Seguimos siendo hordas, clanes y sociedades tribales.

¡Todo es un sesgo! Definitivamente todo es un sesgo...