domingo, 31 de enero de 2016

A pesar de la aridez

El hombre es la única especie que se resiste a algo que todas las demás especies sí hacen, y de forma natural: ¡adaptarse!
Nada nos satisface, siempre queremos modificar todo, siempre queremos moldear el mundo en favor de nuestra ergonomía, nuestra cosmovisión y nuestras ganas (ganas camufladas, a veces, en supuestas metas.) Incluso, queremos y soñamos con lo que los demás tienen (ítems tangibles e intangibles.)
Por supuesto que hay que apuntar al desarrollo y a la superación personal, de eso no cabe duda, pero, hay algo que debemos tener muy claro: cuál es objetivo de lo que nos planteamos; los acuerdos que hacemos con nosotros mismos (Miguel Ruiz les llama “acuerdos” en su inspirador libro: Los Cuatro Acuerdos.)
Esa cantidad de cosas que no están en el carrito de compras sino en el wish list ¿realmente son metas sinceras? ¿Son caprichos? ¿Son complejos que queremos superar? ¿Son miedos que queremos canjear? ¿Son un placebo? ¿Son premio o vanidad? ¿Son demostraciones para que nuestros conocidos vean que también competimos y que también “podemos”?...
Reclamar es un derecho; objetar la realidad y luchar para mejorarla es totalmente válido, pero peor que desear y desear es: quejarse. Quejarse denota una aflicción, y esa congoja no esboza menos que debilidad. Una cosa es quejarse por dolor (físico o sentimental) y otra porque las “cosas” no son como uno quiere… La una es viable y entendible, la otra es patética, bajo cualquier lupa.
El Salsola Kali (mejor conocido como Cardo Ruso) es una suerte de hierba. Son arbustos semiglobosos que se desarrollan en tierras áridas. No obstante, germinan, florecen y fructifican para luego secarse… El viento hace que sus tallos se quiebren y sus raíces se despeguen del suelo; ese mismo viento obliga a rodar a esta hierba enramada en forma casi esférica mientras esparce sus semillas. Esta maravilla de la naturaleza es un elemento muy usado en las películas western, coloquialmente llamada “pelota o bola de paja". Vale acotar que también ha sido utilizada para alimentar al ganado, incluso estando seca.
En tal sentido, es propio de nuestra naturaleza también: germinar, florecer, fructificar y luego secarnos, a pesar de lo árido que pueda ser la tierra donde estemos, siendo inaceptable "secarnos" antes de tiempo, ya que secarnos sobrevendrá al momento en que dejemos de pulsar (entiéndase: dejar de existir.)
En suma, la situación del Cardo Ruso es precaria, su contexto podría ilustrarse hostil y sus opciones de supervivencia casi inalcanzables, sin embargo, el Cardo Ruso (podríamos afirmar) se mueve, rueda, se adapta, funciona, y sirve a otros.
Muchos de nosotros somos privilegiados. Muchos de nosotros gozamos de abundantes recursos y suficientes bondades, a pesar de nuestra situación país. No es prudente enfocar nuestras percepciones en darle peso y protagonismo solo a los espacios por llenar. Vaya usted a saber las subjetividades que le dan forma a esas carencias, a esos “espacios por llenar”... No debería ser nuestra condición la conformidad, bajo ningún concepto, pero tampoco podemos pecar de insaciables, pues el que cae en esa avidez cíclica simplemente ¡no disfruta nada! nada le es de agrado, nada le llena, nada está a la altura de sus ganas y sus abstractas necesidades.
Estamos llamados a motivar a los demás; a inspirarlos en la vida; a valorar la magia de poder respirar y poder decidir muchas cosas, para recordarles como decía Facundo Cabral que “no están deprimidos, están distraídos…”.
Exceso de pasado es igual a Depresión, exceso de futuro es igual a Ansiedad. Hay que rodar con el viento ¡como el Cardo Ruso! Y para esa gente que dice “bueno… mañana saldrá el sol”, les recuerdo que el sol no sale: ¡la tierra es la que se mueve!

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