domingo, 22 de julio de 2018

Algo jocoso sobre Nietzsche...



A razón de un cuento de Slawomir Mrozek, titulado Revolución, el cual compartí en internet a través de esta red social, el profesor Pedro Certad comentó lo que abajo podrá notar que comenzó como un diálogo, y luego se volvió un monólogo:
Fernando Egui Mejías: Pedro Certad tengo el presentimiento, o más bien la certeza, de que este pequeño cuento te va a gustar lo suficiente.
Pedro Certad: Todo cambia y todo vuelve. Estupendo Fer. El uso de las dobles negaciones hace un jueguito mental buenazo.
Fernando Egui Mejías: El mito del eterno retorno del que hablaban los griegos; Miciades; y hasta el mal parido de Nietszche... Entre ayer y hoy me he leído gran parte de la obra de este polaco: pura sátira de la buena.
Pedro Certad: Nietzsche era bueno Fer, pero incomprendido.
Y aquí arranco yo con mi monólogo:
Fernando Egui Mejías: Si te respondo de manera nietszcheneana, te diría que ser bueno es una abstracción... mejor ser un super-hombre: un Übermensch!
O tal vez Kierkegard preguntaría sobre aquello que da forma a la comprensión para entender por default lo incomprendido?
...Son sólo sombras, diría Platón.
Su irsuto bigote sería comparado con antiguos complejos a razón de un pubis poblado de vellosidad, diría Freud? jajaja
Ortega y Gasset diría que la Masa no entiende de sesgos, sólo de inercias...
Y el mismo Nietszche con cara de culo diría: no me interesa lo que piense el hombre-rebaño...
Pedro Certad: Y Lacan? Y Foucault? Jaja
Fernando Egui Mejías: Lacan diría que no hemos experimentado otra cosa peor por la vida que llevamos, con o sin Nietszche...
Foucalt encendería un fósforo en la oscuridad, y me diría: aquello que puede alcanzar la luz de este fósforo es lo que apenas sabes de Nietszche; toda la inmensa oscuridad a la que no llega esa luz es lo que no sabes de él.
Borges diría que dentro del bigote hay un espejo que refleja un laberinto... y en ese laberinto me enfrento yo, puñales en mano, contra Nietszche.
Kafka diría que no es culpa de Nietszche sino de su padre, o tal vez me daría un insecticida para rociarlo sobre ambos.
Sócrates diría que no sabe; y que ni tú ni yo sabemos tampoco.
Jesús diría: no odies a Nietszche, ámalo como a ti mismo.
Hume diría que soy un insensible.
El rey de España diría: por qué no se callan?
Aristóteles diría que es ilógico pensar que Nietszche es malo, pero también ilógico pensar que es bueno.
Hobbes diría: no se enfrenten. Y atribuiría mi crítica a un trastorno permanente.
Descartes diría que no es verdad porque aun no reconozco a Nietszche; ni a él ni a su obra.
Hegel diría que mi opinión es harto finita.
Marx diría que no podría transformar la realidad que me figuro de Nietszche porque aun no la comprendo.
Bergson diría que aun no soy lo suficientemente inteligente para comprender el fenómeno Nietszche. Se reiría ante mi inflexibilidad.
Sartre diría que estoy condenado a pensar libremente si Nietszche es bueno o malo.
Schopenhauer diría que estoy profundamente dolido con Nietszche, puesto que aproximarse a él puede llegar a ser punzante.
Kant diría que es más lo que yo he recibido de Nietszche que lo que jamás podré aportarle yo a él.
Leibniz diría que estoy confundido, equivocado, y que mi apreciación es confusa.
Spinoza diría que mi comentario no es ético, y me mandaría a leer la Biblia.
Finalmente, Andrés Bello diría que en todas mis respuestas anteriores escribí mal la palabra Nietzsche, puesto que la z precede a la s...
Luego me aventuré a deliberar sobre los Presocráticos:
Tales de Mileto preguntaría si este infinitecimal Nietzsche forma parte de mi concepción del universo. Que me tome un poco de agua, o mejor aun, que actúe como ésta última mencionada.
Heráclito de Efeso diría que, tal vez, me sienta atraído por Nietzsche por su carácter antagónico en función de mis convicciones personales.
Parménides de Elea diría que Nietzsche, en substancia, es indestructible y eterno ante mi absurda e insignificante idea de hablar de él.
Anaximandro diría que mi sesgo es una perturbación que no trascenderá, a diferencia del sesgo de Nietzsche.
Empédocles diría que mis diferencias con Nietzsche se mezclan y a la vez se separan entre sí.
Anaxágoras me diría que dejara tranquilo a Nietzsche, puesto que no tiene presencia absoluta en mis pensamientos.
Demócrito diría que Nietzsche es simplemente un átomo en mi universo.
Zenón de Elea diría que seguir hablando mal de Nietzsche sería como quedar estático e inerte: mejor moverse, mejor seguir con otro tema.
Protágoras diría que mi opinión es subjetiva, y que la realidad de mi juicio e interpretación de Nietzsche está vinculada con mis propias y limitadas experiencias.
Anaxímenes de Mileto me diría que vaya a tomar aire, y que deje de asfixiar a Nietzsche.
Gorgias me recomendaría argumentar mejor mis opiniones, para comunicarlas en una plaza a más gentes.
Euclides diría que Nietzsche no es un axioma, tan sólo un argumento geométrico en mi cabeza.
Filolao me diría que Nietzsche no es el centro estacionario de mi cosmos, puesto que muchos otros escritores orbitan ante mi propia existencia.
Alcmeón de Crotona diría que saque a Nietzsche de mi cerebro y de mi alma, para estar en armonía cósmica.
Arquelao diría que mi argumento sobre Nietzsche es plano como la Tierra, pero deprimido en el centro.
Brontinus diría que Nietzsche es más poderoso y digno que yo.
Diógenes de Apolonia me mandaría a respirar suficiente aire fresco, para entender al menos algo de Nietzsche.
Hermótimo de Clazómenas diría que estoy atascado en el tema, y que debo convencer a mi mente de cambiar mi percepción de NIetzsche.
Leucipo de Mileto diría que, tanto Nietszche como yo, sólo somos un compendio de átomos.
Pitágoras diría que en el triángulo de esta conversación ni dos aristas mías llegarían a sumar tan sólo una de Nietzsche.
Jenófanes de Colofón diría que Nietzsche es seco, y yo, un tanto húmedo.
Antifonte diría que, tanto Nietzsche como yo, somos libres de pensar mal o bien el uno del otro.
Pródico de Ceos diría que tal vez Nietzsche no represente un elemento de confort en mi vida.
Y, ahora sí, finalmente:
Ferécide de Siros no me diría nada, tan sólo me insultaría, a mí y al malparido de Nietzsche.
***
Fernando Egui Mejías

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